Moscú recuerda que podrá salirse del nuevo tratado de desarme nuclear

Moscú –  El Mundo – 06/04/10.

Cuando faltan dos días para que Rusia y Estados Unidos firmen en Praga la reducción de armas estratégicas ofensivas más ambiciosa de la posguerra fría, Moscú se pone a la defensiva.

El ministro ruso de exteriores, Serguei Lavrov, recordó hoy martes que Moscú podría salirse del nuevo tratado (que prevé la reducción en un 30 por ciento de los arsenales de ambos países) si la seguridad de Rusia se viera amenazada por el plan norteamericano para la construcción de un escudo antimisiles en Europa del Este.

“Rusia se reserva el derecho de salirse del nuevo tratado de desarme nuclear START, cuya firma está prevista el jueves en Praga, si el escudo antimisiles norteamericano amenazara su potencial nuclear”, dijo Lavrov.

Tras casi un año de negociaciones, Rusia logró que el nuevo tratado que debe sustituir al START I (firmado en 1991) incluya una cláusula que vincula jurídicamente los arsenales ofensivos y defensivos de ambos países. Según este punto debe existir un equilibrio entre los armamentos ofensivos y defensivos que posee cada una de las partes, y cualquier vulneración de esta correlación permitiría a cualquiera de los dos salirse del acuerdo.

Un año después del discurso del presidente de EEUU, Barack Obama, en Praga, donde rompió una lanza a favor de reducir las armas nucleares, la capital checa acoge el jueves la firma del mayor tratado de desarme tras la caída de la URSS.

El START I, que expiró el pasado diciembre, fue firmado en el verano de 1991 cinco meses antes de la desintegración de la Unión Soviética, y establecía un listón mínimo de 6.000 cabezas nucleares para cada superpotencia.

El nuevo acuerdo rebaja el número de cabezas nucleares hasta las 1.500, y limita a 800 el número de portadores de cabezas (submarinos, misiles intercontinentales y bombarderos estratégicos).

Junto con la advertencia, Lavrov no se olvidó de recordar que la firma del nuevo tratado ilustra “el nuevo nivel de confianza” que preside las relaciones ruso-norteamericanas tras una década marcada por desencuentros a cuento del escudo y por las llamadas ‘revoluciones de colores’, movimientos pacíficos que auparon a sendos presidentes descaradamente prooccidentales en Georgia y Ucrania, tras los que Moscú entrevió la mano de la Administración Bush.

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http://www.elmundo.es/elmundo/2010/04/06/internacional/1270545815.html